Del fallido paso de la presidenta Cristina Fernández por Harvard poco repercutió su respuesta a la pregunta sobre su re-reelección.
Mucho más impacto mediático tuvo su infeliz como expresiva frase: "chicos, estamos en Harvard, por favor, esas cosas son para La Matanza, no para Harvard". O la repercusión también de la no respuesta acerca del inexplicable crecimiento exponencial, obsceno de su patrimonio económico.
Si fue confusa su alocución inicial acerca de la nueva realidad global, fue muy clara la puerta que abrió como nunca antes lo había hecho a la posibilidad de una reforma de la Constitución que permita la re-reelección presidencial.
"No depende de mi, ni siquiera de un partido", dijo recordando al Pacto de Olivos entre el PJ y la UCR en 1994 del cual ella y Néstor Kirchner fueron parte. "La Constitución Nacional hoy no lo permite", agregó, respondiendo en lógica contrafactual, es decir mañana es posible que si la permita.
La presidenta Cristina Fernández y el kirchnerismo saben que el mayor escollo no es conseguir los 2/3 de los diputados y senadores que antes o después de las elecciones del año que viene voten una ley que habilite la necesidad de la reforma de la Constitución. Sino que más grande aún será el obstáculo de lograr el acuerdo de la mayoría de la sociedad, eso tan impreciso que es "la gente" y que Noam Chomsky define como la verdadera superpotencia del siglo XXI: "la opinión pública".