Lula en el Brasil con el 80% de popularidad, no intentó
reformar la constitución y lo sucedió Dilma Rousseff, una candidata poco conocida
pero compenetrada con el Partido de los Trabajadores y el rumbo del gobierno.
Tabaré Vazquez dejó la presidencia del Uruguay también con un 80% de
popularidad y rechazó los intentos de reformar la constitución que surgían desde
dentro de su misma fuerza política, hoy
sigue gobernando el Frente Amplio con el “Pepe” Mujica y el mismo programa que
este frente tiene. En Chile con Michele Bachelet, ocurrió algo similar.
En ninguno de estos países, nadie nunca alegó que era
proscriptivo que la constitución no le permitiese reelegirse y hoy cada uno de
ellos son los potenciales candidatos más fuertes para las próximas elecciones.
En Argentina, desde la izquierda -como ayer le dijimos No a
la re-reelección de Carlos Menem- hoy le decimos No a la re-reelección de
Cristina Fernandez. Por la simple razón, sencilla y contundente que a la Constitución
Nacional en democracia hay que cumplirla.
La sucesión en el kirchnerismo la debe resolver el propio kirchnerismo,
y no intentar trasladarle su problema a la sociedad. Las personalizaciones del
poder fueron en el Siglo XX expresiones del autoritarismo de derecha y de izquierda. Y en democracia en los tiempos del neoliberalismo en América
Latina tuvieron como ejemplos a Menem y Fujimori. Una izquierda democrática y
transformadora nunca necesitó la personalización del poder.
Las democracias del Siglo XXI no se expresan con nombre y
apellido, los avances y las conquistas sociales son producto de la movilización
y concientización popular. Liderazgos democráticos y participación ciudadana,
marcan los tiempos presentes. Al decir de Karl Popper: “el tema en cuestión no
es quién gobierna, sino cómo se gobierna”.