viernes, 7 de marzo de 2014

8 DE MARZO: DÍA INTERNACIONAL DE LAS MUJERES

En su célebre “Declaración de los derechos de la Mujer y de la Ciudadana”, redactada en 1789 para ser decretada por la Asamblea Nacional, Olympe de Gouges rechaza la exclusión cívica de las mujeres basada en los prejuicios de su naturaleza, diciendo que “La mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos. Las distinciones sociales solo pueden estar fundadas en la utilidad común”. Por su “Declaración”, Robespierre ordenó guillotinarla el 7 de noviembre de 1793 “por el delito de haber olvidado las virtudes de su sexo para mezclarse en los asuntos de la república”.
 
Cien años después, otra de las feministas francesas más audaces, Hubertine Auclert, le escribió en 1880 una carta al prefecto, rechazado pagar sus impuestos hasta que pudiera votar: “Yo dejo a los hombres que se arrogan el poder de gobernar, el privilegio de pagar los impuestos que votan y se reparten a su gusto. Yo no tengo derechos, entonces no tengo cargas, yo no voto, yo no pago”.
 
La exclusión de las mujeres de la esfera política tiene perfecta sintonía con la concepción tradicional de la relación entre los sexos. Si bien la Revolución Francesa significó un quiebre claro con la sociedad de antiguo régimen, en donde se remplazan los lazos de sangre de la antigua aristocracia como criterio de promoción política por la igualdad de los hombres, se mantuvo incólume para las mujeres el rol acorde a los prejuicios sobre la naturaleza femenina. 
 
Desde hace más de doscientos años, las mujeres de todo el mundo luchan por la igualdad. Primero fue el derecho al sufragio, luego a estudiar, a trabajar y por obtener derechos civiles iguales a los hombres. Sin embargo, las mujeres siguen  todavía  habitando un mundo en donde el ideario francés de igualdad, libertad y fraternidad es aún una utopía.
En nuestra región, América Latina, las luchas feministas y el accionar de los diversos movimientos de mujeres han jugado un rol fundamental en la paulatina eliminación de los estereotipos sexistas y en la discriminación hacia las mujeres. No obstante, se observan condiciones estructurales inamovibles que imposibilitan la igualdad real de oportunidades entre varones y mujeres.
Así como la Ley de Cupos significó un avance significativo para la incorporación de un porcentaje mayor de mujeres legisladoras y transformó  la agenda parlamentaria en un sentido positivo, es necesario avanzar hacia la paridad, no solo en el parlamento sino en los tres poderes del estado, en los tres niveles del estado, y también en los partidos políticos y sindicatos.
 
En un Estado social y democrático de derecho, no cabe neutralidad al decidir el contenido de las normas, ni tampoco al aplicarlas. En uno y otro momento el objetivo utópico debe ser la igualdad y la erradicación de las desigualdades y de las prácticas sociales discriminatorias.
 
Nuestra democracia ha cumplido ya 30 años, el período más largo de nuestra historia política. Remover los  obstáculos culturales y cotidianos que tienen las mujeres para participar en condiciones igualitarias a los varones en todos los ámbitos del espacio público es la asignatura pendiente para avanzar en la profundización de nuestra joven democracia, para afianzarla y para concretar una sociedad más justa y más igualitaria.