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martes, 21 de octubre de 2008

Acerca de la crisis financiera mundial


“NO ES LA PRIMERA….. NO SERA LA ULTIMA”.



La crisis financiera en los Estados Unidos expresa el final del triunfo cultural de la ideología neoliberal: hasta los economistas más ortodoxos hoy piden, suplican, exigen la intervención del Estado para salvar el sistema financiero y coinciden –cínicamente- que esta situación fue producto de la falta de regulación.

No es el "fin de la historia”, no será seguramente el fin del capitalismo, ni siquiera todavía de su fase neoliberal, pero expresará un cambio de época, de paradigmas, de conceptos. Basta comparar que el Premio Nobel de Economía en el año 1976 fue otorgado al fundador de la corriente neoliberal estadounidense Milton Friedman quien ganó “prestigio” gracias a su teoría del monetarismo desarrollando el fundamentalismo de mercado; mientras que hace unos días el mismo Nobel fue otorgado a uno de sus críticos más acérrimos, Paul Krugmann.

La acumulación del capital es la esencia del capitalismo. Capitalismo y mercado son una sola y misma cosa, la tasa de rentabilidad el objetivo principal, el laissez-faire la ávida necesidad de la economía de mercado. Expansión inesperada y Apocalipsis inevitable grafican la historia de las crisis del capitalismo.

Adam Smith a fines del siglo XVIII escribió el famoso texto “La Riqueza de las Naciones” donde desarrolla las bondades de la mano invisible del mercado. La mano invisible es aquella que anda en el mundo económico de manera transparente y a la vez ciega articulando los intereses dispersos sin ningún tipo de intervención: no se necesita, ni se desea, que nadie fuera del proceso económico intervenga. Sin conocer a George Bush, Adam Smith escribió que es necesario que el soberano político, el gobernante, sea, pueda y deba ser ignorante para que no interfiera en el proceso económico.

Hoy, los neoliberales responsables de la crisis, sin sonrojarse, ni pedir perdón, le piden al Estado que den liquidez al sistema y restauren la confianza, es decir que los ciudadanos de a pie –como siempre- paguen la crisis. Los 800.000 millones de dólares del salvataje en EEUU (cifra similar al gasto militar en Irak) saldrán entre otros, del bolsillo de los plomeros y carpinteros estadounidenses de los que hablaba el Secretario del Tesoro norteamericano cuando justificaba la negativa de brindar asistencia a nuestro país al producirse la crisis del 2001 aduciendo que no serían ellos quienes pagarían la “fiesta”. En síntesis, apropiación concentrada de la riqueza en tiempos de expansión, socialización de las pérdidas en tiempos de crisis.

El neoliberalismo ganó la batalla cultural legitimándose como oposición a la política keynesiana, a los gastos sociales de guerra (Plan Beveridge) y al crecimiento de la Administración Federal de los EEUU producto de los programas sociales. La conjunción de recesión, inflación y desempleo significó el fin de una era del Estado de Bienestar y el comienzo de otra nueva era con la Escuela de Chicago como guía, el laissez faire en lo económico, y la descalificación del soberano en lo político como programa.

Luego de cuatro décadas el círculo se cierra de la peor manera. Si se tiene perspectiva histórica y un poco de imaginación, esta crisis abre un campo de posibilidades inmensa. Lo que hoy está en cuestión no se reduce a un poco más de regulación. El problema de fondo pasa por cuestionar a una política económica y social globalmente neoliberal, flagrantemente injusta por las desigualdades crecientes que produce y estruendosamente ineficiente por las crisis que provoca.

Sólo la política puede tomar las riendas ante el horizonte de recesión, desempleo y hambre que se avizora. Como lo señaló hace más de un siglo Jeremy Bentham las agendas económicas en el plano mundial y nacional de cada país deberán ser el pleno empleo, la estabilidad de los precios, el equilibrio de la balanza de pagos, el crecimiento del producto bruto interno, la distribución de los ingresos y las riquezas y la prestación de servicios sociales.

Se llevó al mundo a una economía de casino, de especulación y timba financiera. Escuchamos por estas horas a los economistas decir que esta crisis impactará dramáticamente en la “economía real”, es decir en el empleo, el comercio, la producción. Cabe preguntarse entonces si esta afirmación es la aceptación que la economía financiera, la de las bolsas, la especulativa, es la “no real”. “Burbuja” es el término de época, en los 90 fue la burbuja informática, hoy es la inmobiliaria, ¿cuál será la próxima?.

Pareciera que ha llegado la hora de decir “CHAU FRIEDMAN…..HOLA KEYNES”.

miércoles, 28 de mayo de 2008

EL SOCIALISMO ANTE EL CONFLICTO AGROPECUARIO

El país se encuentra atravesando una coyuntura externa altamente favorable en cuanto al valor de sus exportaciones, sin precedentes en los últimos 50 años. En el marco de este contexto, la producción agropecuaria se convirtió en pilar fundamental de la recuperación económica general en la salida de la crisis que hizo eclosión en 2001.

Argentina solo podrá aprovechar en el largo plazo este escenario favorable si crea las condiciones necesarias para un aumento sustancial de su capacidad productiva, resguardando al mismo tiempo el consumo interno, especialmente garantizando el de los sectores de menores ingresos.

En este contexto, el Partido Socialista ha promovido en los distintos espacios institucionales en los que participa un conjunto de propuestas no sólo para la resolución del conflicto actual, sino para la formulación de una política agropecuaria de mediano y largo plazo concebida como política de Estado, con el convencimiento de que:

1- El Gobierno Nacional debe, en razón de su mayor responsabilidad institucional, convocar a las cuatro entidades del sector agropecuario a la reanudación del diálogo de forma urgente. Asimismo, tal como lo ha planteado el PS en la Cámara de Diputados de la Nación, es necesario convocar a un Consejo Federal Agropecuario Ampliado que, con la participación de los gobiernos provinciales de la región agropecuaria, organizaciones civiles, sectoriales y las instituciones científico-tecnológicas, se erija como un espacio institucional permanente de debate con un criterio federal.

2- Es necesario reconocer las asimetrías existentes entre los grandes pooles de siembra y pequeños y medianos productores, a través del establecimiento de un esquema de retenciones diferencial y progresivo, que tome en cuenta el tamaño de la explotación agrícola y la producción obtenida. Así lo hemos planteado en el proyecto de ley presentado por el bloque socialista en la Cámara de Diputados.

3- La definición del conflicto debe darse a partir de la formulación concertada e implementación de una verdadera política de Estado en materia agropecuaria para el mediano y largo plazo, hoy inexistente.

4- El conflicto entre el Gobierno Nacional y el sector agropecuario ha desnudado, en el marco de un sistema tributario que se caracteriza no sólo por la fuerte regresividad y asimetría sino también por su diseño fuertemente centralista, un conflicto entre Nación y Provincias respecto a la distribución de la renta nacional. En este marco, el Partido Socialista demanda el inmediato cumplimiento de la ley vigente de Coparticipación Federal en lo que respecta al piso de recursos del 34% sobre el total recaudado que debe se distribuido a las provincias –de acuerdo al proyecto presentado por el bloque socialista en el Senado de la Nación-, y la pronta sanción de una nueva ley de Coparticipación Federal de Impuestos que, en cumplimiento del mandato constitucional, permita la construcción de un federalismo fuerte y el pleno respeto de las autonomías provinciales.

5- El Congreso Nacional es el ámbito institucional para concretar a través de leyes la política a mediano y largo plazo para el sector agropecuario, y al que la Constitución Nacional le ha asignado la atribución de establecer y modificar los tributos nacionales, y por ello es quien debe fijar el esquema y nivel de retenciones a aplicarse para la exportación de granos.

El proceso de concentración de la tierra y de “sojización” no se ha detenido en los últimos años; es necesario por ello una política integral en la materia como lo sostuviera el maestro Juan B. Justo, pionero en el estudio del problema agrario en la República Argentina, a cuya instancia el PS aprobó en 1901 un programa agrario muy avanzado para la época que daría inicio a la legislación agraria argentina. Programa que planteaba el combate contra el latifundio y la concentración de la tierra, junto a la consecuente promoción de una clase de pequeños propietarios, como los elementos centrales en la estrategia socialista para abordar la cuestión agraria que, como en aquella Argentina del capitalismo finisecular, vuelve a plantearse una vez más –al decir de Justo-, como uno de los “problemas más palpitantes de la vida nacional”.