sábado, 16 de octubre de 2010

"Que esto nunca mas vuelva a ocurrir"


Al salir del fondo de la montaña, el ultimo minero rescatado Luis Urzua le dijo en tono imperativo al presidente chileno que había usufructuado horas delante de las cámaras de televisión ante centenares de millones de espectadores: “que esto nunca más vuelva a ocurrir”.

Habían transcurrido días de incertidumbre después del derrumbe de la mina y el mundo estuvo expectante por el destino de los 33 mineros que habían quedado atrapados. El destino, la suerte, y la tecnología hicieron que el final esta vez fuera feliz.

No fue así tantas veces en la historia. En junio de 2004 en Rio Turbio murieron catorce mineros, de los cuales once eran argentinos y tres chilenos, hecho que tuvo mucho menos despliegue periodístico y que hoy poco se recuerda de aquella tragedia. La terrible realidad del trabajo en las minas ha quedado reflejada en canciones, en el cine y la literatura.

Desde chile los Quilapayun interpretaban hace cuatro décadas una canción que decía:
aunque mi amo me mate,
a la mina no voy,
yo no quiero morirme en un socavón.

Dos siglos y medio antes Emile Zola en “Germinal” describía la horrenda explotación de niñas, niños, mujeres y hombres en la Francia del Segundo Imperio: “el pozo tragaba hombres por oleadas de veinte y detreinta… … la bajada de los obreros empezaba a las cuatro, llegaban del barracón con los pies desnudos y la lámpara en la mano. De la bovina salía una orden, un bramido sordo e indistinto mientras se tiraba cuatro veces de la cuerda para dar la señal de bajada y para avisar de aquel cargamento de carga humana”.

Las noticias de mineros muriendo sepultados por los derrumbes seguramente seguirán porque la lógica de ganancias exorbitantes a cambio de explotación, depredación y muerte no ha variado significativamente en tres siglos. Si ha variado una conciencia ciudadana de los derechos humanos que en boca de Luis Urzua, en vez de decir “gracias por el rescate”, exigió QUE ESTO NUNCA MAS VUELVA A OCURRIR.