domingo, 22 de noviembre de 2009

POLITICA CRIOLLA



Como en el libro de Roberto Payró “Pago Chico”, la sempiterna política criolla aparece en toda su dimensión con el intento de imposición de la Reforma Política por parte del gobierno nacional. El mismo, descorriendo el velo de todas las puestas en escena que comenzaron con el diálogo político, tiene un solo y único objetivo: quedarse en el poder más allá de 2011.

El intento de perpetuación del elenco gobernante contrasta con la realidad de nuestros vecinos brasileños, uruguayos y chilenos. Lula con más del 70% de popularidad rechazó la posibilidad de cambiar las reglas de juego para intentar reelegirse. Tabaré Vázquez con los mismos índices positivos rehusó siempre el cambio de la Constitución para intentar un segundo mandato. Bachelet con 80% de imagen positiva ni siquiera consideró la posibilidad de presentarse de candidata porque la ley se lo prohibe.

Aquí, como en “Pago Chico”, la viveza criolla desarrolla creatividad para vulnerar esa valla infranqueable en democracia que es la voluntad popular. La realidad refleja que la sociedad tiene una imagen negativa del actual gobierno y expresa niveles todavía mayores de rechazo al ex presidente Néstor Kirchner.

Toda la ingeniería electoral pergeñada por esta Reforma obtura la posibilidad de nuevas alternativas, reclamo principal de una sociedad fatigada de la dirigencia tradicional que en más de dos décadas de democracia no supo, no pudo o no quiso mejorar la vida de las condiciones de vida de los sectores populares.

Además, la reforma eleva la exigencia de afiliados para constituir partidos políticos para presentarse a la elección y aumenta los pisos de votación en las internas abiertas para seleccionar candidatos, requisitos ambos claramente proscriptitos. Concentra el manejo del proceso electoral en el ministerio del Interior quitándoles facultades a la justicia y al Congreso, poniendo de manera alarmante al gobierno nacional como juez y parte de una elección que debiera garantizar transparencia, neutralidad e igualdad para todos los candidatos. No contempla una boleta única, ni voto electrónico, como existe – no en los países nórdicos, sino en lugares más próximos- en Brasil, Venezuela, Chile o México.

Esta Reforma Política así planteada es proscriptiva, tendenciosa y reaccionaria. Es funcional a las necesidades de un solo sector político y atrasa en relación a las nuevas exigencias de la sociedad en los tiempos actuales.

Las reglas de juego de la democracia son al decir de Norberto Bobbio “las reglas del juego democrático”, porque si no se preserva, fomenta y desarrolla la libre expresión de la voluntad ciudadana, se deteriora peligrosamente la democracia misma.

Argentina comenzó a salir de la “política criolla”, del “fraude patriótico” con la Ley Sáenz Peña que introdujo el voto secreto. Avanzó con la incorporación del voto femenino en 1951. La reforma a la Constitución Nacional en 1994 prohibió expresamente el dictado de decretos de necesidad y urgencia en materia electoral y de partidos políticos y requirió leyes con mayorías especiales para su sanción, es decir, obliga a la búsqueda de consensos de todas las fuerzas políticas.

Hoy el oficialismo avanza sólo, intentando sacar de apuro una ley sin acuerdo de ningún sector de la oposición, es decir, impone una reforma política monocolor acorde a sus necesidades de perpetuación.

La sociedad ya demostró en distintas oportunidades en democracia que cuando hay vientos fuertes de cambio no hay alquimias, candidaturas testimoniales, manipulaciones electorales que impidan esos cambios. Otras veces – como en el 2001- expresó su protesta más cercana a la actitud nihilista que José Saramago desarrolla sorprendentemente en “Ensayo sobre la lucidez”, donde durante las elecciones municipales de una ciudad sin nombre, la mayoría de sus habitantes decide no ir a votar en actitud de protesta.

El ciclo kirchnerista aparece ciertamente agotado.

Se trata entonces de recrear una alternativa progresista real que transite un camino cierto de justicia, igualdad y libertad para nuestro pueblo.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

“POBRES HABRÁ SIEMPRE”



Una bella y simple novela de Luis Horacio Velásquez, titulada “Pobres Habrá Siempre”, describía crudamente la explotación de los trabajadores en los frigoríficos. En ella había un mensaje claro de la necesidad de cambio y transformación social, y por ello el título mismo provocaba de antemano a la reflexión.

El Presupuesto 2010 enviado por el gobierno nacional al Congreso consolida el mismo patrón de injusticia de los últimos años, porque la mayor tajada de la torta se la seguirán llevando los que más tienen y los que más ganan. Seguirá consolidando a la vez la injusta distribución entre la Nación y las provincias, por lo que aquello de que “Dios está en todas partes pero atiende en Buenos Aires” se hace cada vez más patente y vigente.

El 75% de los recursos quedan hoy en manos de la Nación, y sólo el 25% se distribuye a las provincias a través del mecanismo de la coparticipación. En este contexto, será casi inevitable la profundización de los conflictos laborales. Los maestros, los médicos y enfermeros, los trabajadores municipales y provinciales, entre otros sectores asalariados, reclamarán –con justicia- incrementos salariales en una realidad en la que la inflación les adelgaza el bolsillo sistemáticamente. Y las provincias y municipios dirán seguramente que no tienen posibilidades de dar respuesta a esos reclamos en razón de que sus magros ingresos no lo permiten.

El gobierno nacional se resiste sin embargo a abordar el fondo del problema, que es la necesaria reforma tributaria. En el año 1975, la pobreza era de sólo el 4%, estaba vigente el progresivo impuesto a las grandes herencias que luego derogó Martínez de Hoz, y el IVA era del % 13, que Cavallo llevaría sucesivamente al 18 y luego al 21%. Hoy la pobreza supera el 30 %; el impuesto directo al consumo, que se hace sentir con más fuerza en los sectores populares, explica la mayor parte de la recaudación; y el gobierno se niega a avanzar con el impuesto a la renta financiera -una de las ganancias no gravadas- y otras reformas que pudieran revertir el carácter regresivo del sistema tributario argentino.

El Poder Ejecutivo acaba de anunciar un subsidio de $180 por hijo que alcanzaría a los trabajadores en negro y los desocupados. Toda transferencia monetaria destinada a los que menos tienen es un hecho que merece destacarse. Sin embargo, vemos que una vez más se recurre a un decreto de necesidad y urgencia en un tema donde existiría consenso suficiente para plasmar en ley y dar sustentabilidad al objetivo del combate contra la pobreza, como lo han propuesto distintos proyectos parlamentarios como el del socialismo. Y lamentablemente no se trata tampoco de un beneficio de carácter universal, por lo que quedará librado en mucho a la discrecionalidad de su aplicación en la determinación de a quién le toca y a quien no el necesario beneficio, perdiéndose la posibilidad de erradicar el clientelismo.

Por eso es necesario concretar las reformas estructurales que reviertan aquello en lo que dictaduras militares y neoliberalismo avanzaron en detrimento de los sectores populares, para que pobres no haya siempre, lo que se logrará sólo cuando el combate a la pobreza se convierta realmente en una verdadera política de estado.