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viernes, 18 de noviembre de 2011

“Disculpe el señor, se nos llenó de pobres el recibidor”


A la crisis del euro, Europa la enfrenta con la política del ajuste. El eufemismo utilizado: “austeridad", recurriendo a la aplicación de políticas de reducción programada del déficit cuyo final del camino los argentinos conocemos: la terrible crisis del 2001 con la explosión del desempleo, la miseria y la pobreza.

La aplicación de políticas neoliberales durante décadas con la máxima desregulación financiera es lo que provoca la crisis y paradojas: son los políticos neoliberales, con más políticas neoliberales, los que se proponen – con éxito ante los electores – como solución para salir de la crisis.

La receta es “recortar todo” : salarios, jubilaciones, salud, educación, entre tantas cuestiones que genéricamente llaman el “gasto publico”. El mensaje es claro: el estado de bienestar es una utopía en el siglo XXI, volvemos entonces para atrás. Los pobres no pueden pretender comer bien, vestirse bien, y tener derecho a la salud y a la educación.

Mas del setenta por ciento de los españoles considera (según Metroscopìa) que los mercados – que nadie ha votado – han logrado ubicarse por encima de los gobiernos representativos, y son aquellos y no estos quienes realmente mandan.

Los europeos se levantan escuchando las dos palabras con las que nosotros nos acostábamos todos los días: riesgo país. Que el riesgo país significa la comparación de unos bonos con los bonos de otro país y que hay una cifra que hoy alarma toda Europa (700) que no puede superarse, y que es la barrera hacia el infierno.

La crisis de Europa es la crisis del euro, y el que manda es el Banco Central Europeo. Uno se pregunta entonces ¿Por qué dicho banco no tomó las medidas a tiempo para evitar la crisis? ¿Dónde estaban los técnicos que ahora se proponen para gobernar los países, sino supieron gobernar la moneda?. Otra paradoja

Rajoy gobernara España con la mirada puesta en Bruselas y disciplinado a las palabras de la Alemania de Merkel. Monti, el primer ministro italiano, ni siquiera tuvo que ganar elecciones y encarna un gobierno técnico que llevara adelante con las mismas premisas de Grecia y Portugal.

Las reformas laborales, fiscales y financieras las pagaran los que menos tienen y los “indignados” crecerán en miles en todas las capitales europeas.

Los recortes no caerán ni sobre los millonarios, ni sobre las grandes empresas, ni sobre los bancos.

Joan Manuel Serrat seguirá diciendo con picardía catalana como música de fondo: “disculpe el señor, se nos lleno de pobres el recibidor y no paran de llegar…que ellos no se han enterado que Carlos Marx esta muerto y enterrado”.

martes, 2 de agosto de 2011

A ESTA PELICULA GRIEGA YA LA (VI)VIMOS



Las características de la crisis de la economía de Grecia tienen evidentes similitudes con la vivida en la Argentina previa al epílogo de la convertibilidad. Observamos entonces con profunda preocupación que las propuestas que la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional imponen a Grecia para enfrentarla son aquellas que durante años se aplicaron en nuestro país y solo lograron sumergirlo en la más catastrófica crisis económica y social jamás vivida en nuestra historia que culminó con el estallido del 2001.


Sin duda es una película vista. Conocemos su desarrollo y su triste final. Como la Argentina en los años noventa, la economía griega se encuentra atada a una moneda fuerte que no refleja la productividad de su economía. Desde su creación el Euro se aprecia constantemente y al no existir aumento de productividad en la misma escala en países no centrales del régimen europeo, sus economías pierden competitividad en el escenario internacional. La pérdida de competitividad, que la sufrió particularmente Grecia pero también otros países, se refleja en el creciente déficit de las cuentas externas que llegó a más del 11% del PIB.

Este déficit comercial se ha financiado durante años con deuda externa a bajas tasas de interés (“ventaja” obtenida por pertenecer a la Unión Europea). Sin embargo, al no solucionarse el problema estructural, Grecia ingresó, como sucedió con nuestro país, en un círculo vicioso generado por la trampa de la deuda: El creciente endeudamiento (superior al 150% del PIB) repercute en las cuentas fiscales que se deterioran. Así, al déficit externo se suma el déficit fiscal y da comienzo a la desconfianza internacional que corta las posibilidades de financiamiento. Sin financiamiento para solventar los déficits se desenlaza la crisis.

La propuesta es la conocida: ajuste fiscal para “enderezar” la economía. Las medidas tienen “parecidos de familia”: aumento de los impuestos al consumo, reducción de los salarios de empleados públicos, aumento de las edades jubilatorias, privatizaciones de empresas y servicios públicos, canje de deuda, entre las más ortodoxas del catálogo, con innovaciones curiosas como privatizar balnearios turísticos en las mejores playas griegas.

Vemos que se insiste en atacar las consecuencias y no las causas del problema. No será reduciendo sin criterio el sector público para paliar el déficit fiscal como se enfrenta esta crisis. Por el contrario, esta reducción del sector público impactará directamente en las condiciones económicas y sociales del pueblo griego. Su economía seguirá sumergida en una crisis de la que no encontrará salida y contará cada vez con menos instrumentos para enfrentarla.

Se debe atacar las causas que generaron esta situación vinculadas centralmente con la diferencia de productividad de la economía griega. Es necesario entonces impulsar la competitividad y productividad de su economía y eso no se logra cercenando el Estado, sino por el contrario con un Sector Público fuerte, eficiente que genere las condiciones sociales y económicas para que el país pueda insertarse plenamente en el marco de las economías más desarrolladas.

Por estas horas Estados Unidos para no entrar en cesación de pagos toma el mismo camino que Paul Krugman ha calificado como “catastrófico” porque aplica las mismas medidas del ajuste: “esos exigentes recortes del gasto de la actualidad son como esos médicos medievales que trataba al enfermo con sangrías y sólo conseguían enfermarlo aun más”.

Es una película que la vivimos y padecimos en América Latina y que hoy la viven y padecen también en el “Primer Mundo”.

lunes, 18 de julio de 2011

ARMAGEDON





Las referencias bíblicas apelan en el libro del Apocalipsis al término “armagedón” para lo que podría interpretarse como la llegada del fin del mundo. Muchos economistas lo ubican el próximo 2 de agosto si el capitolio no aprueba una suba en el límite de la deuda, lo que implicaría que Estados Unidos se declarase en default.

¿Qué significaría que la potencia mas grande del mundo y primera economía del globo se declare en bancarrota? Primero, generaría la inestabilidad de la moneda –el dólar- en que se basa el sistema monetario internacional desde los acuerdos de Bretton Woods. Segundo, que uno de los principales refugios de inversión -sobre todo para los chinos-, que son los bonos de la reserva federal, no tendrán mayor garantía de reembolso.

Los republicanos del gran país del norte, en un ya clásico del neoliberalismo, desentendiéndose de las causas de la crisis, reclaman un recorte del “gasto social”, es decir, menos salud pública y menos seguridad social para los trabajadores. En otro clásico de sus libretos rechazan asimismo la aplicación de impuestos a los ricos. Seria la materialización de aquello de que la crisis “la paguen los que menos tienen” cuando en realidad las producen la irresponsabilidad de los que mas tienen. ¿Quién hizo mal las cuentas?

Es la crisis que golpea con similares características en Europa: crecimiento casi nulo, déficit fiscal alto, deudas impagables. Círculo vicioso al que el FMI responde con sus “recetas moderadas”: más ajuste fiscal. La moraleja que extraen de cada crisis es la misma, y brutalmente podría expresarse diciendo “los pobres no pueden pretender comer bien todos los días, tener educación, salud y vivienda digna”.

De la economía de casino y los inconmensurables gastos de la guerra nadie habla, en un mundo que cada vez es más rico y más injusto, más irracionalmente dilapidador, más loco y más absurdo.

martes, 21 de octubre de 2008

Acerca de la crisis financiera mundial


“NO ES LA PRIMERA….. NO SERA LA ULTIMA”.



La crisis financiera en los Estados Unidos expresa el final del triunfo cultural de la ideología neoliberal: hasta los economistas más ortodoxos hoy piden, suplican, exigen la intervención del Estado para salvar el sistema financiero y coinciden –cínicamente- que esta situación fue producto de la falta de regulación.

No es el "fin de la historia”, no será seguramente el fin del capitalismo, ni siquiera todavía de su fase neoliberal, pero expresará un cambio de época, de paradigmas, de conceptos. Basta comparar que el Premio Nobel de Economía en el año 1976 fue otorgado al fundador de la corriente neoliberal estadounidense Milton Friedman quien ganó “prestigio” gracias a su teoría del monetarismo desarrollando el fundamentalismo de mercado; mientras que hace unos días el mismo Nobel fue otorgado a uno de sus críticos más acérrimos, Paul Krugmann.

La acumulación del capital es la esencia del capitalismo. Capitalismo y mercado son una sola y misma cosa, la tasa de rentabilidad el objetivo principal, el laissez-faire la ávida necesidad de la economía de mercado. Expansión inesperada y Apocalipsis inevitable grafican la historia de las crisis del capitalismo.

Adam Smith a fines del siglo XVIII escribió el famoso texto “La Riqueza de las Naciones” donde desarrolla las bondades de la mano invisible del mercado. La mano invisible es aquella que anda en el mundo económico de manera transparente y a la vez ciega articulando los intereses dispersos sin ningún tipo de intervención: no se necesita, ni se desea, que nadie fuera del proceso económico intervenga. Sin conocer a George Bush, Adam Smith escribió que es necesario que el soberano político, el gobernante, sea, pueda y deba ser ignorante para que no interfiera en el proceso económico.

Hoy, los neoliberales responsables de la crisis, sin sonrojarse, ni pedir perdón, le piden al Estado que den liquidez al sistema y restauren la confianza, es decir que los ciudadanos de a pie –como siempre- paguen la crisis. Los 800.000 millones de dólares del salvataje en EEUU (cifra similar al gasto militar en Irak) saldrán entre otros, del bolsillo de los plomeros y carpinteros estadounidenses de los que hablaba el Secretario del Tesoro norteamericano cuando justificaba la negativa de brindar asistencia a nuestro país al producirse la crisis del 2001 aduciendo que no serían ellos quienes pagarían la “fiesta”. En síntesis, apropiación concentrada de la riqueza en tiempos de expansión, socialización de las pérdidas en tiempos de crisis.

El neoliberalismo ganó la batalla cultural legitimándose como oposición a la política keynesiana, a los gastos sociales de guerra (Plan Beveridge) y al crecimiento de la Administración Federal de los EEUU producto de los programas sociales. La conjunción de recesión, inflación y desempleo significó el fin de una era del Estado de Bienestar y el comienzo de otra nueva era con la Escuela de Chicago como guía, el laissez faire en lo económico, y la descalificación del soberano en lo político como programa.

Luego de cuatro décadas el círculo se cierra de la peor manera. Si se tiene perspectiva histórica y un poco de imaginación, esta crisis abre un campo de posibilidades inmensa. Lo que hoy está en cuestión no se reduce a un poco más de regulación. El problema de fondo pasa por cuestionar a una política económica y social globalmente neoliberal, flagrantemente injusta por las desigualdades crecientes que produce y estruendosamente ineficiente por las crisis que provoca.

Sólo la política puede tomar las riendas ante el horizonte de recesión, desempleo y hambre que se avizora. Como lo señaló hace más de un siglo Jeremy Bentham las agendas económicas en el plano mundial y nacional de cada país deberán ser el pleno empleo, la estabilidad de los precios, el equilibrio de la balanza de pagos, el crecimiento del producto bruto interno, la distribución de los ingresos y las riquezas y la prestación de servicios sociales.

Se llevó al mundo a una economía de casino, de especulación y timba financiera. Escuchamos por estas horas a los economistas decir que esta crisis impactará dramáticamente en la “economía real”, es decir en el empleo, el comercio, la producción. Cabe preguntarse entonces si esta afirmación es la aceptación que la economía financiera, la de las bolsas, la especulativa, es la “no real”. “Burbuja” es el término de época, en los 90 fue la burbuja informática, hoy es la inmobiliaria, ¿cuál será la próxima?.

Pareciera que ha llegado la hora de decir “CHAU FRIEDMAN…..HOLA KEYNES”.