jueves, 9 de mayo de 2013

NACHA REGULES Y MARITA VERÓN

Nacha Regules es una novela escrita por Manuel Gálvez que recrea en la Buenos Aires de 1913 las redes organizadas para el tráfico de mujeres: “… mujeres desdichadas convertidas en cosas, sin personalidad, libertad ni alma, y que vivían bajo la avara maldad del traficante, en la degradación obligatoria, sometidas a suplicios enormes: esclavitud monstruosa, tolerada por la sociedad, reglamentada por el Estado y protegida por la policía”.

Alfredo Palacios, el 23 de septiembre del mismo año lograba, con un proyecto de su autoría, que el Parlamento Nacional sancionara la primera ley contra la trata de personas, que se llamaría con el tiempo la “Ley Palacios”.
Pasaron cien años de esa ley, y el fallo que absolvió a los acusados por el secuestro y desaparición de Marita Verón nos mostró con crudeza que el entramado de redes de delincuentes, poder económico y poder político que hace que en promedio una mujer cada tres días sea capturada para ser explotada sexualmente, sigue sempiternamente vigente.
¿Tan poco han cambiado las cosas, entonces, luego de un siglo? La realidad constata que en la vida de los sectores populares más carenciados parecería ciertamente que sí.
Describía Gálvez en Nacha Regules la desigualdad social: “De que unos poseyeran millones y otros no tuviesen para comprar pan. De que unos vivieran en palacios, con parques magníficos, mientras allá en el oscuro frío cuarto del conventillo se amontonaban, en promiscuidad monstruosa seres humanos”.
Hoy vemos en las desiguales grandes ciudades, cerca de los altos edificios espejados, las villas miserias sin cloacas ni agua potable, donde viven hacinadas miles de familias como en aquellos conventillos del siglo XX.
La diferencia, lo que ha cambiado significativamente desde la época de Nacha Regules a la tragedia de Marita Verón es que hoy existen amplios sectores de la sociedad, una clara mayoría, que no están dispuestos a tolerar ni la explotación sexual ni la trata de personas. Existen organizaciones sociales que se movilizan y denuncian para que el Estado se haga cargo de su papel, realizando acciones para combatir a los delincuentes, organizaciones de mujeres que han logrado con su prédica leyes a nivel nacional y provincial, y que como Susana Trimarco velan todos los días para terminar con una realidad de horror que contradice que el siglo XXI es el del progreso social ilimitado. Todavía es mucho lo que falta recorrer.

El próximo 16 de mayo en la Ciudad de Buenos Aires inauguraremos un monumento a Alfredo Palacios, a cien años de su ley contra la trata. Será un humilde homenaje, pero también un firme compromiso contra la desigualdad, la injusticia y la trata de personas.