Nacha Regules es una
novela escrita por Manuel Gálvez que recrea en la Buenos Aires de 1913 las
redes organizadas para el tráfico de mujeres: “… mujeres desdichadas convertidas en cosas, sin personalidad, libertad ni
alma, y que vivían bajo la avara maldad del traficante, en la degradación
obligatoria, sometidas a suplicios enormes: esclavitud monstruosa, tolerada por
la sociedad, reglamentada por el Estado y protegida por la policía”.
Alfredo Palacios, el 23
de septiembre del mismo año lograba, con un proyecto de su autoría, que el
Parlamento Nacional sancionara la primera ley contra la trata de personas, que
se llamaría con el tiempo la “Ley Palacios”.
Pasaron cien años de
esa ley, y el fallo que absolvió a los acusados por el secuestro y desaparición
de Marita Verón nos mostró con crudeza que el entramado de redes de
delincuentes, poder económico y poder político que hace que en promedio una
mujer cada tres días sea capturada para ser explotada sexualmente, sigue
sempiternamente vigente.
¿Tan poco han cambiado
las cosas, entonces, luego de un siglo? La realidad constata que en la vida de
los sectores populares más carenciados parecería ciertamente que sí.
Describía Gálvez en
Nacha Regules la desigualdad social: “De
que unos poseyeran millones y otros no tuviesen para comprar pan. De que unos
vivieran en palacios, con parques magníficos, mientras allá en el oscuro frío
cuarto del conventillo se amontonaban, en promiscuidad monstruosa seres
humanos”.
Hoy vemos en las
desiguales grandes ciudades, cerca de los altos edificios espejados, las villas
miserias sin cloacas ni agua potable, donde viven hacinadas miles de familias
como en aquellos conventillos del siglo XX.
La diferencia, lo que
ha cambiado significativamente desde la época de Nacha Regules a la tragedia de
Marita Verón es que hoy existen amplios sectores de la sociedad, una clara
mayoría, que no están dispuestos a tolerar ni la explotación sexual ni la trata
de personas. Existen organizaciones sociales que se movilizan y denuncian para
que el Estado se haga cargo de su papel, realizando acciones para combatir a
los delincuentes, organizaciones de mujeres que han logrado con su prédica
leyes a nivel nacional y provincial, y que como Susana Trimarco velan todos los
días para terminar con una realidad de horror que contradice que el siglo XXI
es el del progreso social ilimitado. Todavía es mucho lo que falta recorrer.
El próximo 16 de mayo
en la Ciudad de Buenos Aires inauguraremos un monumento a Alfredo Palacios, a
cien años de su ley contra la trata. Será un humilde homenaje, pero también un
firme compromiso contra la desigualdad, la injusticia y la trata de personas.