El 2 de mayo de 1982 la
entonces primera ministra Margaret Thatcher daba la orden de que el submarino
Conqueror hundiera el Crucero General Belgrano, que en ese momento navegaba
fuera del área de exclusión, provocando la muerte de 323 chicos inocentes que
se encontraban desarmados en un buque escuela. Se consumaba así un verdadero
crimen de guerra, en el marco de la ofensiva militar británica por perpetuar
por la fuerza la ilegalidad del colonialismo.
La irresponsable aventura
belicista de la dictadura argentina le proporcionó a Thatcher una gran
popularidad en el Reino Unido, que utilizó para llevar adelante un profundo programa
de privatización de industrias y servicios básicos como la educación, la salud,
el gas, la minería, la electricidad y el transporte. Esta política vino
acompañada por el desmantelamiento de uno de los Estados de Bienestar más
fuertes del continente europeo, la desregulación de los mercados, y por una feroz
represión de la movilización popular que tuvo como blanco predilecto al
movimiento obrero. Así la recuerda el secretario de la Asociación Minera de
Durham: “destruyó nuestra comunidad, nuestras localidades, nuestra gente”.
Estas políticas fueron
–junto a las de Reagan, con quien consolidó una sólida alianza conservadora- el
precedente de las reformas neoliberales que algunos años más tarde impulsarían
el Consenso de Washington y los organismos financieros internacionales. El
modelo neoliberal fue impuesto en Latinoamérica a sangre y fuego, en alianza
con criminales dictaduras militares. No es casual por ello la estrecha relación
que unía a la “Dama de Hierro” con el dictador chileno Augusto Pinochet.
Margaret Thatcher está
siendo recordada en su país y en el mundo de muy distintas maneras.
Nosotros lo hacemos junto a
aquella canción de Sting,
“Fragilidad”, que nos recuerda la matanza del Belgrano:
Mañana
ya la sangre no estará
Al
caer la lluvia se la llevara
Acero
y piel combinación tan cruel
Pero
algo en nuestras mentes quedara