Aquellos hombres de la Primera Junta surgida el 25 de mayo de 1810
constituyeron nada más y nada menos que el primer gobierno patrio. Fueron
Saavedra, Castelli, Belgrano, Alberti, Matheu, Larrea, Paso y Moreno. Antes, la
emancipación nacional había dado un paso fundamental con el rechazo a las
invasiones inglesas en 1806 y culminaría después de mayo, con la declaración de
la independencia el 9 de julio de 1816. Década donde el impulso revolucionario
de libertad y de independencia había triunfado contra la reacción que ansiaba
sostener el caduco y decrépito orden colonial.
La revolución argentina "no fue un episodio -nos dice José
Ingenieros-, fue un proceso. Nació de causas económicas, afirmó la
soberanía popular como fuente del derecho político, trasmutó el organismo
administrativo del virreinato y marcó una nueva orientación ideológica de la
minoría ilustrada que la ejecutó”.
Aquellos hombres de la Primera Junta expresaban tendencias e intereses muy distintos: “Saavedra –dice Juan José Real en su Manual de Historia Argentina- representaba los intereses de los grupos más reaccionarios ligados al monopolio porteño y al feudalismo del interior, siendo además el partido militar. El otro grupo encabezado por Mariano Moreno, secundado por Belgrano y Castelli, representaba la fracción más avanzada y resuelta del movimiento de mayo”.
Contrariamente a lo que intencionalmente dicen y dijeron algunos textos
de historia y se pintó en cuadros famosos, el 25 de mayo y sobre todo los días
previos el pueblo no sólo no permaneció pasivo, fue –como en toda revolución-
el elemento dinamizador, impulsor y determinante de la misma. “la actitud del
pueblo vino a resolver las dificultades. Levantándose espontáneamente a la
altura de la situación, él fue quien restableció la lucha, alentando a los
tímidos, comunicando nuevos bríos a los valientes, y removiendo con manos
vigorosas las resistencias que se oponían a las marchas triunfantes de la
revolución” (Bartolomé Mitre – Historia de Belgrano -).
La Revolución de Mayo inicio una nueva etapa. Hasta allí, la
historia argentina había formado parte de la historia española, iniciábase
entonces desde ese momento un camino propio. “los criollos más inteligentes se
vieron de pronto elevados a la responsabilidad de tareas con las cuales nunca
soñaron. Estas tareas, inseparables entre sí, eran de doble naturaleza: la
independencia política nacional y, para consolidarla, la transformación de la
sociedad, a la luz de los principios de la revolución democrático-burguesa”
(Rodolfo Puigróss – De la Colonia a la Revolución).
Se abría el siglo XIX de la América española con la Revolución de Mayo,
uno de los tantos movimientos de carácter insurreccional que encarnaban el
espíritu de libertad. “Como si una voz secreta hubiese ido llevando de pueblo
en pueblo mensajes de rebeldía –dice Germán Arciniegas- la insolencia de la
plebe va creciendo y se oye un ruido de tambores que penetra en las entrañas de
los montes, que se multiplica en la plaza de los pueblos, que se extiende por
valles y planadas poniéndole a los españoles carne de gallina. Los gritos de
protesta que se han dado en Vélez se hermanan con los de Asunción, se
multiplican por los campos de Quito y se convierten en el Perú en esa
demostración magnifica que llevó a su cabeza la gran figura de Túpac Amaru. Es
la conciencia americana que despierta por primera vez desde los días de la
conquista. Conciencia de los indios, de los negros, de los mulatos, de los
mestizos, de los criollos, de las tres razas que se fundieron en un solo haz y
que empiezan a mirarse como unidas frente a un destino común”.
El grito de Libertad de los pueblos pasaba a ser realidad en aquellas
naciones que amanecían independientes.