domingo, 13 de junio de 2010

Notas del Bicentenario III


“¿CONSENSO PARA QUÉ?, ¿CONSENSO ENTRE QUIÉNES?”
La conmemoración del bicentenario desafía la posibilidad de analizar los distintos aspectos de un tema muy debatido por estos tiempos: el consenso, y precisar consenso para qué, consenso entre quiénes.

Hace 200 años, Belgrano y Moreno tenían ideas de avanzadas para la época, que interpretaban en nuestra tierra a la revolución francesa. Poco tenían que ver las mismas con las ideas de Saavedra que expresaba el partido militar y a los sectores más conservadores de la colonia. Pero tuvieron aquellos hombres la inteligencia, la grandeza y la visión política de unirse tras un objetivo fundamental que era concretar el primer gobierno patrio, camino a la independencia nacional.

Y así el 25 de mayo de 1810 se produce entonces una verdadera revolución que fue la respuesta a un anhelo de la mayoría de la sociedad de aquella época.

Por ello el Programa de Mayo tuvo un profundo contenido social: la educación popular, la liberación de los esclavos, los derechos ciudadanos, la libertad de imprenta y de pensamiento, entre tantas otras.

Hoy, desde algunos sectores, se plantea que es necesario abandonar el camino de la confrontación- metodología permanente del actual gobierno nacional- y confluir en el camino del consenso. Entonces la pregunta inmediata que surge es ¿consenso para qué?, ¿consenso entre quiénes?.

Y para ponernos en claro sobre cuestiones básicas, recurrimos al diccionario de política de Norberto Bobbio que nos dice que “el término consenso denota la existencia de un acuerdo entre los miembros de una unidad social dada acerca de principios, valores, normas, también respecto a ciertos objetivos de la sociedad y de los medios aptos para lograrlos… Por lo tanto el término consenso se entiende en sentido relativo: más que de presencias y ausencias de consenso, se debería hablar de grado de consenso existente en una determinada sociedad”.

El país necesita de consenso sin dudas, la sociedad necesita un acuerdo político, económico y social entre oficialismo y los sectores opositores, sobre la mejora de la calidad institucional y la redistribución del ingreso. Un acuerdo que produzca una reforma tributaria integral y justa, que paguen más lo que más tienen y más ganan y se reduzcan los impuestos indirectos al consumo como el IVA a los productos de la canasta básica de alimentos. Una reforma tributaria que restituya los fondos genuinos a las provincias – que hoy se los apropia la Nación- garantizando un federalismo hoy inexistente.

Es necesario el consenso para pulverizar la pobreza convirtiendo en ley la asignación por hijo, para realmente univerzalizarla y aumentar su retribución, un consenso para sacar a los jubilados de la pobreza haciendo realidad el 82% móvil, un consenso para garantizar el trabajo decente revirtiendo el 80% de trabajo en negro, un consenso para avanzar en un país normal que no es otro que un país más justo.

Muchos pensarán que avanzar en estos temas es sencillamente imposible y por ello lo encuadran como una utopía. Son aquellos que quieren seguir defendiendo privilegios inaceptables, los mismos a quiénes permanentemente escuchamos reclamar la necesidad de consenso.

Por lo tanto, el consenso como concepto abstracto puede ser el método apropiado para depositarnos en el infierno , como el consenso de Washington – que garantizó la aplicación de las salvajes políticas neoliberales en la región-, o el camino para avanzar en una democracia de nuevas bases que garantice justicia, libertad y solidaridad , cuándo los actores de esta unidad social que es nuestro país acordemos estos objetivos.