Una bella y simple novela de Luis Horacio Velásquez, titulada “Pobres Habrá Siempre”, describía crudamente la explotación de los trabajadores en los frigoríficos. En ella había un mensaje claro de la necesidad de cambio y transformación social, y por ello el título mismo provocaba de antemano a la reflexión.
El Presupuesto 2010 enviado por el gobierno nacional al Congreso consolida el mismo patrón de injusticia de los últimos años, porque la mayor tajada de la torta se la seguirán llevando los que más tienen y los que más ganan. Seguirá consolidando a la vez la injusta distribución entre la Nación y las provincias, por lo que aquello de que “Dios está en todas partes pero atiende en Buenos Aires” se hace cada vez más patente y vigente.
El 75% de los recursos quedan hoy en manos de la Nación, y sólo el 25% se distribuye a las provincias a través del mecanismo de la coparticipación. En este contexto, será casi inevitable la profundización de los conflictos laborales. Los maestros, los médicos y enfermeros, los trabajadores municipales y provinciales, entre otros sectores asalariados, reclamarán –con justicia- incrementos salariales en una realidad en la que la inflación les adelgaza el bolsillo sistemáticamente. Y las provincias y municipios dirán seguramente que no tienen posibilidades de dar respuesta a esos reclamos en razón de que sus magros ingresos no lo permiten.
El gobierno nacional se resiste sin embargo a abordar el fondo del problema, que es la necesaria reforma tributaria. En el año 1975, la pobreza era de sólo el 4%, estaba vigente el progresivo impuesto a las grandes herencias que luego derogó Martínez de Hoz, y el IVA era del % 13, que Cavallo llevaría sucesivamente al 18 y luego al 21%. Hoy la pobreza supera el 30 %; el impuesto directo al consumo, que se hace sentir con más fuerza en los sectores populares, explica la mayor parte de la recaudación; y el gobierno se niega a avanzar con el impuesto a la renta financiera -una de las ganancias no gravadas- y otras reformas que pudieran revertir el carácter regresivo del sistema tributario argentino.
El Poder Ejecutivo acaba de anunciar un subsidio de $180 por hijo que alcanzaría a los trabajadores en negro y los desocupados. Toda transferencia monetaria destinada a los que menos tienen es un hecho que merece destacarse. Sin embargo, vemos que una vez más se recurre a un decreto de necesidad y urgencia en un tema donde existiría consenso suficiente para plasmar en ley y dar sustentabilidad al objetivo del combate contra la pobreza, como lo han propuesto distintos proyectos parlamentarios como el del socialismo. Y lamentablemente no se trata tampoco de un beneficio de carácter universal, por lo que quedará librado en mucho a la discrecionalidad de su aplicación en la determinación de a quién le toca y a quien no el necesario beneficio, perdiéndose la posibilidad de erradicar el clientelismo.
Por eso es necesario concretar las reformas estructurales que reviertan aquello en lo que dictaduras militares y neoliberalismo avanzaron en detrimento de los sectores populares, para que pobres no haya siempre, lo que se logrará sólo cuando el combate a la pobreza se convierta realmente en una verdadera política de estado.
El Presupuesto 2010 enviado por el gobierno nacional al Congreso consolida el mismo patrón de injusticia de los últimos años, porque la mayor tajada de la torta se la seguirán llevando los que más tienen y los que más ganan. Seguirá consolidando a la vez la injusta distribución entre la Nación y las provincias, por lo que aquello de que “Dios está en todas partes pero atiende en Buenos Aires” se hace cada vez más patente y vigente.
El 75% de los recursos quedan hoy en manos de la Nación, y sólo el 25% se distribuye a las provincias a través del mecanismo de la coparticipación. En este contexto, será casi inevitable la profundización de los conflictos laborales. Los maestros, los médicos y enfermeros, los trabajadores municipales y provinciales, entre otros sectores asalariados, reclamarán –con justicia- incrementos salariales en una realidad en la que la inflación les adelgaza el bolsillo sistemáticamente. Y las provincias y municipios dirán seguramente que no tienen posibilidades de dar respuesta a esos reclamos en razón de que sus magros ingresos no lo permiten.
El gobierno nacional se resiste sin embargo a abordar el fondo del problema, que es la necesaria reforma tributaria. En el año 1975, la pobreza era de sólo el 4%, estaba vigente el progresivo impuesto a las grandes herencias que luego derogó Martínez de Hoz, y el IVA era del % 13, que Cavallo llevaría sucesivamente al 18 y luego al 21%. Hoy la pobreza supera el 30 %; el impuesto directo al consumo, que se hace sentir con más fuerza en los sectores populares, explica la mayor parte de la recaudación; y el gobierno se niega a avanzar con el impuesto a la renta financiera -una de las ganancias no gravadas- y otras reformas que pudieran revertir el carácter regresivo del sistema tributario argentino.
El Poder Ejecutivo acaba de anunciar un subsidio de $180 por hijo que alcanzaría a los trabajadores en negro y los desocupados. Toda transferencia monetaria destinada a los que menos tienen es un hecho que merece destacarse. Sin embargo, vemos que una vez más se recurre a un decreto de necesidad y urgencia en un tema donde existiría consenso suficiente para plasmar en ley y dar sustentabilidad al objetivo del combate contra la pobreza, como lo han propuesto distintos proyectos parlamentarios como el del socialismo. Y lamentablemente no se trata tampoco de un beneficio de carácter universal, por lo que quedará librado en mucho a la discrecionalidad de su aplicación en la determinación de a quién le toca y a quien no el necesario beneficio, perdiéndose la posibilidad de erradicar el clientelismo.
Por eso es necesario concretar las reformas estructurales que reviertan aquello en lo que dictaduras militares y neoliberalismo avanzaron en detrimento de los sectores populares, para que pobres no haya siempre, lo que se logrará sólo cuando el combate a la pobreza se convierta realmente en una verdadera política de estado.