El gobierno nacional convocó en estos días al diálogo a los partidos políticos, los gobernadores, los empresarios y los trabajadores. Fue noticia y abrió innumerables especulaciones porque no fue precisamente el diálogo una práctica cultivada desde el poder en los últimos años.
Si existen dudas de las verdaderas motivaciones del diálogo en algunos sectores, ninguna duda existe que la causa verdadera del mismo se encuentra en el resultado electoral del 28 de junio.
¿Querrá el gobierno sólo un encuentro para la foto, es decir, tomar nota de los reclamos, demandas, puntos de vista de la realidad que ofrecen los convocados y continuar con la misma receta que hasta el presente?. ¿Hasta qué punto los convocados pueden hacer retroceder al gobierno de su actual posición, a cuántas de sus prerrogativas actuales se le puede obligar a renunciar?. Las definiciones dadas por algunos de sus ministros en materia de superpoderes, Consejo de la Magistratura o coparticipación federal son algunas pistas que indican que no es mucho lo que realmente piensan en cambiar.
Si de algo carece este gobierno es de sutileza, cuánto no sí de falta de astucia. Queda claro que necesita de algún tipo de acuerdo en lo económico-social para pilotear la crisis y en lo político las internas abiertas para la selección de candidatos presidenciales que le permita manejar el proceso en el justicialismo.
El poder consiste en la toma de decisiones y obvio referirlo, está en manos de quienes toman las decisiones: el gobierno y el Parlamento Nacional.
La voluntad popular –fallo inapelable- dejó equilibrado el poder para los próximos dos años, puso fin a la hegemonía kirchnerista ampliando distintas perspectivas opositoras.
El diálogo puede constituirse en una herramienta poderosa si el gobierno entiende que la nueva realidad lo obliga a negociar, a consensuar, a acordar a la luz del día y ante los ojos de la sociedad nuevas políticas para que la crisis no la paguen – como está ocurriendo hoy- los que menos tienen, que la distribución de los fondos entre la Nación y las provincias sea más equitativa y que la calidad institucional pueda mejorarse con otro INDEC, otro Consejo de la Magistratura, con internas abiertas para que participe la ciudadanía, con transparente funcionamiento de la política y con boleta única para mejorar el sistema electoral caduco y anacrónico vigente.
El camino es complejo, no sencillo. La verdadera gobernabilidad la da el consenso de los ciudadanos, no el manejo discrecional de los fondos públicos para disciplinar voluntades.
El país necesita una reforma tributaria integral , que paguen los que más tienen y más ganan, elevando el impuesto a las ganancias y eliminando el IVA a los productos de la canasta familiar, gravando la renta financiera, el juego y las actividades mineras. Dándole a los jubilados lo que el derecho constitucional les otorga que es una movilidad justa y no sobrevivir con $700 por mes, un ingreso mínimo garantizado a las familias en estado de pobreza e indigencia y subsidiar tasas de interés a las PYMES industriales y agropecuarias que generan el 34% del empleo nacional , entre otras medidas para afrontar la crisis desde la perspectiva de la producción, el empleo y el consumo.
Para ello el país requiere un acuerdo social, económico y político, y el diálogo es un camino para lograrlo, ése es su verdadero sentido.
Ulrick Beck escribió que “no pueden buscarse soluciones biográficas a contradicciones sistémicas, salvaciones individuales de problemas compartidos”, el gobierno es el primero que debiera entenderlo para que el paso de dirigentes políticos, gobernadores, trabajadores y empresarios por la Casa Rosada no destruya una buena oportunidad para todos.
Desde la oposición o de amplios sectores de la sociedad, no se trata del debate inconsistente, de creerle o no creerle al gobierno en esta convocatoria, tampoco de pararse ante la fatalidad del fracaso para recorrer la profesía autocumplida, sino de plantear con seriedad y responsabilidad propuestas superadoras para abordar la crisis.
La realidad argentina parecería encarnarse en los cantos de Virgilio :
”ni contigo ni sin ti, tienen mis males remedio”.