ALTO EL HORROR
El viejo conflicto en Medio Oriente lleva más de sesenta años y la necesidad sigue siendo la misma: el logro de la paz.
El actual presidente de Israel Shimón Peres solía relatar un proverbio árabe: “¿cuál es la diferencia entre la guerra y la paz? – le preguntó un anciano a un joven y él mismo respondió, la diferencia es que en la paz los hijos entierran a los padres y en la guerra los padres entierran a los hijos”.
La resultante de la ofensiva del ejército israelí arroja más de novecientos muertos, más de un tercio son niños, trece israelí entre ellos diez soldados también han muerto. Seguramente con las horas y los días este horror se profundizará y al leer estas líneas las cifras variaran dramáticamente.
En la Franja de Gaza habitan más de un millón y medio de personas en condiciones sanitarias terribles: sin alimentos ni medicamentos, el medio de transporte más habitual son carretas tiradas por burros.
Aún no hemos salido de la barbarie. Nos hemos acostumbrados a ver violar la legalidad internacional, las leyes más elementales de la guerra, el simple principio de humanidad.
Dice Eduardo Galeano “somos la única especie animal especializada en el exterminio mutuo. ¿No es evidente que las guerras de Afganistán y de Irak (50.000 civiles muertos) y las invasiones de Gaza y El Líbano son incubadoras de odio que fabrican fanáticos en serie?”. Niños palestinos se convierten en terroristas que se hacen saltar por los aires asesinando a civiles israelíes.
Hezbollá no existía cuando Israel arrasó El Líbano. Se práctica el terrorismo porque se tiene derecho a defenderse del terrorismo. Creer que el fin justifica cualquier medio además de inmoral, demostró en éste y otros conflictos que lleva a un callejón sin salida.
Hay que detener el fuego ya y trabajar para revertir el desastre humanitario.El conflicto palestino-israelí debe plantearse sobre la base del reconocimiento de los dos Estados: Israel y Palestina, viviendo uno al lado del otro, en paz y con límites seguros.
Los temas esenciales del conflicto: Jerusalén, refugiados, fronteras, seguridad, asentamientos, recursos hídricos y desarrollo económico deben abordarse respetando la rigurosa aplicación de las Resoluciones de Naciones Unidas 1559, 1595, 1701, 1757 y 1860 retomando el proceso de paz iniciado en los acuerdos de Oslo.
El ruido de las bombas y la muerte deben dejar paso al diálogo y la negociación, de lo contrario la sentencia de Hannah Arendt en tiempos del nazismo y la Segunda Guerra Mundial serán realidad: “Si es verdad que la política es algo necesario para la subsistencia de la humanidad, entonces de hecho ha comenzado a autoliquidarse”.